El sendero ecológico

Hemos de coincidir que la construcción de los senderos ecológicos, en general, no sólo anima la práctica del deporte y la actividad recreativa en la comunidad sino también se convierte en un importante estímulo para la economía local, a partir del fomento de la actividad turística al aprovechar de manera amigable las riquezas que brinda su entorno natural, valga decir, bosques, ríos, montañas, flora y fauna. Sin duda, la realización de esta obra adquiere un mayor impacto y sentido de urgencia, siendo, por lo mismo, exigidas por parte de la comunidad a sus ayuntamientos, en tanto se convierten -no en amenazas- sino en oportunidades para su crecimiento y desarrollo sustentable. De ahí que llama profundamente la atención la actitud negativa asumida por un minúsculo grupo de personas que muestran oposición a la culminación del sendero Loja – Vilcabamba, cuyo trazado une al parque lineal La Tebaida, ruta Caxarumi y al Valle de la Longevidad, circuito que tiene un gran potencial para ser aprovechado en la práctica del deporte de aventura, la caminata y excursiones. Bien vale, entonces, en este caso de Ripley preguntarse ¿si los beneficios que entrega un sendero ecológico son por demás evidentes, por qué la resistencia a su apertura?. La respuesta hay que buscarla ya no dentro de la racionalidad y bondad que entrega el proyecto, sino en otros opacos espacios, esto es, puntuales y mezquinos intereses particulares y, desde luego, en la politiquería que crece como kikuyo en el país, la que persigue levantar plataformas electorales con base al aprovechamiento del conflicto y la utilización como marionetas de ingenuos ciudadanos. La culminación del sendero ecológico Loja-Vilcabamba es una necesidad inaplazable y, por lo mismo, hay que proseguir con su trabajo, pues le asiste la ley y la razón.