LA PROTESTA SOCIAL

América Latina cada vez más se sacude y convulsiona con fuerza. La gran movilización social registrada, en estas últimas semanas, en Ecuador y Chile, dan cuenta que el pueblo ha despertado, resistiendo con firmeza a un modelo neoliberal que ha sido y es incapaz de entender que el hombre no puede ser reducido a la calidad de mercancía. En el caso de Ecuador, como recordaremos, el movimiento indígena encabezó junto a otras organizaciones sociales, jornadas de lucha que obligaron finalmente al gobierno de Lenín Moreno a derogar, aunque sea a regañadientes, el Decreto Ejecutivo Nro. 883 por el cual se pretendió eliminar, de un tajo, los subsidios tanto a la gasolina extra como del diésel. Sin duda, esa decisión de liberar los precios de los combustibles no solo que fue inconsulta, sino sobre todo irresponsable (ahora ya no se escucha que se trató de un pronunciamiento valiente y hasta histórico como lo decían suelto de huesos los servidores oficialistas y analistas funcionales), dada que se adoptó en un entorno de la economía doméstica que refleja estancamiento y un mercado laboral que reporta que de 8.3 millones de la población económicamente activa (PEA), solamente el 38,5% tiene un empleo adecuado o pleno, en tanto el 61,5% , esto es, 5.1 millones de personas, están dentro del desempleo abierto (4,9%) u otras formas de empleo no adecuado que les impide acceder al menos a una remuneración básica unificada (US$ 394.00). A esto se suma que el 58,9% de los trabajadores no cuentan con ningún tipo de cobertura en seguridad social, por lo que la fuerza de trabajo mayoritariamente está desprotegida y, por lo mismo, a merced, de siniestros y demás infortunios. Por su parte, lo que sucede en Chile resulta icónico. La ‘próspera’ economía sudamericana, el modelo económico a seguir según la ortodoxia liberal, hoy se desploma como esos falsos ídolos con pies de barro. Y lo hace en medio de una crisis política sin precedentes desde su regreso a la democracia, que ha llevado al pueblo chileno a las calles, ahora inundadas de trabajadores, estudiantes, amas de casa, jubilados pero sobre todo de jóvenes que reclaman no solamente por el costo del transporte público, que se convirtió en el detonante de esta explosión social, sino por temas muchos más amplios, como es el sistema previsional y sus administradoras de fondos de pensiones con pagos a sus beneficiarios que están, en promedio, en US$ 286.00 mensuales, es decir, muy por debajo del sueldo mínimo (US$ 414.00); condiciones laborales perjudiciales; alto costo de la educación, energía eléctrica, medicinas, etc., en resumen, un rechazo frontal a la desigualdad y falta de justicia social. Sin duda, los eventos de Ecuador y Chile reflejan el agotamiento del recetario capitalista y de una profunda crisis de la política que no ha podido dar respuestas efectivas a las demandas ciudadanas. La democracia representativa ha tocado fondo. Ahora el pueblo, sin intermediarios, hace escuchar con nitidez la voz de los oprimidos, exigiendo sus derechos y recordándoles -en la cara- a sus autoridades que los mandantes son los que detentan realmente el poder. En esto el papel de las redes sociales ha resultado crucial. Tanto Lenin Moreno como Sebastián Piñera, presidentes de Ecuador y Chile, en su orden, han debido recular en su insano propósito de colocar el mayor peso del ajuste económico en las maltratadas espaldas de las personas más pobres. Esto es absolutamente claro. No obstante, el oficialismo ha tratado de minimizar este despertar de la población, queriendo encontrar explicaciones en factores externos como aquel plan desestabilizador alentado por el llamado Foro de Sao Paulo. Si bien pudieran existir nexos entre gente infiltrada (violentos) en las manifestaciones, con propósitos desestabilizadores por parte de oscuros personajes del socialismo del siglo XXI, no obstante, no hay como minimizar el alcance de estas movilizaciones populares. De hacerlo, se cometería un error de bulto y con ello la posibilidad que la región entre en una peligrosa espiral de inestabilidad y conflicto social aún mayores. Valga señalar que la tozudez del poder obnubila a los gobernantes. En el caso de Ecuador, verbigracia, a los pocos días de concluido el levantamiento indígena, el gobierno remitió a la Asamblea Nacional, un proyecto de ley, con el carácter de urgente en materia económica, con el que se pretende -entre otras cosas- gravar con más impuestos a la economía, lo cual tendría un efecto nocivo en el consumo y, con ello, una eventual contracción de la demanda agregada. Debemos hacer una lectura responsable de los hechos políticos, sociales y económicos. No aticemos el fuego.

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