EL GRAN GARROTE


El llamado a la reconciliación en el país que hiciera el Presidente Rafael Correa si bien mereció el aplauso de la ciudadanía, no menos cierto es que esta propuesta también ha despertado dudas en la opinión pública en cuanto a su real aplicación, más aún si se considera el carácter quisquilloso del Primer Mandatario que lo hace proclive a la confrontación.

Pero la razonable incredulidad de la gente en este caso no responde a un examen sobre desequilibrios biliares de los adalides socialistas, sino fundamentalmente al análisis del estilo de gobierno de Alianza País que se presenta con la máscara de régimen izquierdista pero que paradójicamente replica -a su modo- en la política doméstica la doctrina del Gran Garrote, práctica impulsada por los mismísimos Estados Unidos en su condición de policía internacional en la aldea global.

En efecto, como se recordará el big stick es un sutil instrumento empleado por el hegemón para encausar sus relaciones diplomáticas con el resto de la comunidad de naciones, teniendo por finalidad ejercer presión en su oponente, pues más allá del diálogo que exista entre Estados hay la posibilidad de una acción militar, política o económica por parte de la hiperpotencia en el evento de no alcanzar sus pretensiones; es decir, los interlocutores de los americanos tienen la opción de elegir en recibir estímulos o sanciones, en otras palabras, escoger entre zanahoria o garrote.

Desde esa perspectiva, precisamente la estratagema de nuestros revolucionarios ha sido la de polarizar el tablero político, instaurando el pensamiento único, con lo que se ha elevado a la calidad de evangelio el discurso del Mesías criollo. En este punto, no hay lugar al enriquecedor debate. Por el contrario, las voces que se levantan para cuestionar el penseé unique corren el albur de ser descalificadas o ridiculizadas por el terrible pecado de disentir con las posturas de arrogantes fundamentalistas que no admiten cuestionamientos.

Así, en este escenario de tensiones políticas quienes adoptan una actitud pasiva o genuflexa tienen la posibilidad, a lo mejor, de participar de las mieles del poder o simplemente de no recibir la envestida de esa desenfrenada locomotora llamada socialismo del siglo XXI; o, por el contrario, en el evento de confrontar la tesis de moda, el riesgo de soportar en sus espaldas el Gran Garrote.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CARNE DE PERRO

No, señor presidente

EL SOLITARIO GEORGE