¿DESTINO MANIFIESTO?


La Doctrina del Destino Manifiesto desde hace mucho tiempo alentó la idea de que los Estados Unidos de América constituye una nación elegida por mandato divino para liberar al mundo de sus taras y, por lo mismo, siempre le estuvo permitido intervenir en otros estados –ya sea en forma directa o subrepticia- para regar el concepto de civilización y democracia allende sus fronteras, particularmente en los rogue states, provocando algo así como un proceso de neo-evangelización, a pueblos dominados por la irracionalidad y la barbarie.

En definitiva, la muletilla del ‘Manifest Destiny’ fue incorporada a la política exterior norteamericana como una suerte de filosofía nacional que trata de justificar la actitud expansionista del hegemón, así como su etiqueta de árbitro de la aldea global, dividendo al mundo en forma maniquea entre buenos y malos, entre aliados y enemigos, en últimas, entre occidente y oriente.

Pero esta sesgada manera de entender y mirar al mundo, tal parece que también ha sido adoptada por políticos de nuestra llacta en quienes afloran rasgos y actitudes de prepotencia, arrogancia e infalibilidad, convirtiéndose en hombres que, seguramente, por el llamado destino manifiesto, tienen el encargo divino –al igual que lo hizo Moisés- de liberar a su pueblo de la esclavitud y guiarlo a la tierra prometida del socialismo del siglo XXI. Ciertamente, a los pensamientos de estos ‘elegidos’ se les pretende dar la fuerza que tiene un dogma y a sus verdades se las presenta como incontrastables. El resultado de ello, la vigencia de un gobierno autoritario, falto de pluralidad y que desconoce los fundamentos básicos de la democracia participativa.

En efecto, cuando el proyecto de Ley de Comunicación, por ejemplo, antes que asegurar el respeto de la libertad de expresión, como derecho humano fundamental de las personas, pretende convertir a los medios informativos en ‘uniformativos’, al limitar la crítica al poder o condicionar la actividad de los siempre incómodos periodistas, se desnuda a un régimen que alimenta el llamado pensamiento único, práctica que paradójicamente la izquierda siempre ha endilgado y cuestionado duramente a la retrógrada ortodoxia neoliberal la que no ve más allá de la mercadolatría.

Asimismo, cuando detrás de una reforma universitaria se pretenden introducir controles ajenos a la naturaleza de la Alma Máter, y con ello subyugar la actividad académica e investigativa de los centros de estudio superior a las decisiones gubernamentales o de burócratas que creen conocer la realidad del Ecuador sentados detrás de un escritorio, brotan aquellas perturbadoras obsesiones de hombres sedientos de poder.

De ahí la importancia de entender que quienes gobiernan el país no lo hacen en función de un destino manifiesto sino por mandato popular y que su posición de mandatarios está supeditada a la voluntad de sus mandantes. De no interiorizar este hecho, como bien lo dice Adolfo Gilly, a la final quienes no tengan cabeza para prever, deberán tener espaldas para aguantar…

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