EL TRAFICO DE DROGAS


Cuando aún están frescas las declaraciones de Francisco Huerta Montalvo, en el sentido de que en el Ecuador podría echar raíces la narco-democracia, los medios de comunicación casi a diario dan cuenta de la acción de la policía en la neutralización de este ilícito negocio, a través del desmantelamiento de bandas criminales, así como en el allanamiento de locales destinados al acopio del alcaloide.

En efecto, y no obstante de la intervención de la Fuerza Pública en el combate frontal a este flagelo, en el país comienza a observarse signos preocupantes que dejan entrever que este monstruo apocalíptico se extiende no solamente en el ámbito geográfico del territorio nacional, sino también hacia otras fases vinculadas con este cáncer del siglo XXI.

Recordemos que el tráfico de drogas no sólo se refiere al cultivo, procesamiento y comercialización de los estupefacientes, sino que incluye adicionalmente etapas tan lucrativas como las anteriores, valga decir, la utilización de precursores, venta de armas ligeras y el lavado de dinero.

Para el caso ecuatoriano, el ilícito `negocio’ de las drogas se lo ha identificado más bien con el acopio y transportación de los alucinógenos; es decir, los narcotraficantes han utilizado este espacio como un puente o enlace con el mercado internacional de sustancias prohibidas.

Sin embargo, el intenso trabajo de la policía antinarcóticos ha dejado al descubierto no solamente la presencia de bodegas clandestinas, sino también la existencia cada vez más frecuente de plantaciones de coca y de inmensos laboratorios creados para su procesamiento; instalaciones, valga decir, detectadas principalmente en zonas agrestes como la frontera colombo-ecuatoriana, donde la actividad guerrillera se alimenta del dinero sucio de la cocaína.

De ahí la importancia que el gobierno nacional adopte en forma urgente acciones encaminadas a fortalecer a la Policía Nacional, en procura de dotarle de la infraestructura, equipamiento y comunicaciones adecuadas, a efectos de librar una batalla enérgica contra los carteles de la droga y sus capos, lo cual demanda asimismo del trabajo profesional y correcto de fiscales y jueces en tanto administradores de justicia.

La lucha contra las drogas no admite flaquezas ni contemplaciones. Por el contrario, hay que aplicar mano de hierro si no queremos inaugurar un sistema político regido por la narco-democracia…

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