ESPIRAL DE VIOLENCIA


Las groseras escenas de vandalismo y terror registradas en estos últimos días al interior de la Universidad Central del Ecuador (UCE) presentan la radiografía de un país atrasado que ha perdido su brújula y que se halla inmerso en una profunda crisis de valores, cuyo lúgubre escenario amenaza con arrancar a dentelladas lo que resta de un maltratado tejido social, por el momento hecho jirones.

Ciertamente, resulta difícil entender que en el siglo XXI, época signada como la era del conocimiento, ciertos jóvenes secundarios y universitarios -o mejor dicho delincuentes comunes disfrazados de estudiantes- irrumpan de pronto en una sesión del Consejo Universitario de la UCE y desalojen del lugar a las autoridades en medio de puntapiés y garrote, so pretexto de no ceder el control que ejercen grupos de extrema izquierda sobre las mentes frágiles de adolescentes, a quienes se los envuelve con principios maoístas ya superados como aquel de que el poder nace del cañón de un fusil. ¡Que vergüenza!. ¡Que lástima!...

En efecto, cómo explicar, si acaso es posible, que en la universidad, lugar destinado para el enriquecimiento del pensamiento con base al análisis, el debate y la confrontación de tesis, se imponga la irracionalidad que deviene de la fuerza bruta, olvidando además que el Alma Mater es el espacio natural para el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, así como el entorno que favorece la expansión de la creatividad del hombre.

Pero no. En el Ecuador de hoy, los intereses particulares o de grupos minoritarios, así como las actitudes ególatras y de autosuficiencia que muestran algunos iluminados sobre todo de la política, terminan cerrando las puertas que conducen al diálogo constructivo, instancia que posibilita definir acuerdos mínimos en función de los grandes objetivos que tenemos como nación. De ahí que los ecuatorianos cada vez nos escuchamos menos y, por lo mismo, aumentan, en uno y otro sector, la intolerancia, los resentimientos y las descalificaciones a quienes piensan diferente, así como el crecimiento exponencial de la agresión en sus diversas manifestaciones.

Indudablemente, en este ambiente insano las libertades públicas se ven seriamente afectadas, más aún cuando se pierde la elemental perspectiva de reconocer que el derecho de cada persona, termina cuando comienza el derecho de los demás. Sin duda, los excesos que se cometen en una sociedad individualista que no reconoce el alcance y limitaciones que le impone el contrato social, tarde o temprano termina caotizada y envuelta en violencia y muerte, tal cual lo refiriera en su momento, y en forma poco optimista, el filósofo Thomas Hobbes.

Entonces, hay la necesidad de frenar a tiempo esta espiral de violencia que se alimenta no solamente de los altos índices de inseguridad ciudadana, sino también de las acciones y el discurso mordaz e insidioso de actores políticos y sociales que defienden mezquinamente con uñas y dientes sus parcelas de poder.

Sin duda, la búsqueda de la paz y comprensión, así como del reencuentro entre ecuatorianos, deben ser uno de nuestros principales anhelos en estos tiempos en que recordamos a propósito el nacimiento del Mesías.

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