FRACASO DE COPENHAGUE


La Cumbre del Clima realizada en Copenhague, Dinamarca, lamentablemente se cerró en medio de la contrariedad y el desencanto. En efecto, a excepción de EE.UU y China, quienes calificaron como positivos los acuerdos alcanzados en esta cita mundial, existen crecientes voces que definen a este encuentro como un total fracaso en el intento de frenar la destrucción paulatina y agresiva de nuestro planeta, a través de la afectación del medio ambiente.

Precisamente, uno de los mayores reparos que muestra el documento se relaciona con el hecho de que los temas abordados no tienen un carácter vinculante, en otras palabras, los países no están obligados a cumplir con los acuerdos alcanzados, particularmente en aquello de detener el incremento de la temperatura en un máximo de 2 grados centígrados, así como ofrecer asistencia económica a las economías pobres afectadas por el cambio climático y propender al efectivo control de las emisiones de CO2.

También, en el texto final no se precisan los mecanismos para lograr estos loables propósitos, así como tampoco se definen los plazos límites para concretar en realidades estas buenas intenciones. Si, en verdad, muchos de estos anuncios no pasan de ser palabras almibaradas, que recogen discursos plagados de idealismo pero faltos de practicidad y sobre todo del compromiso político para cumplir a raja tabla lo resuelto.

Curiosamente, EE.UU y China, los mayores contaminantes del planeta, consideraron haber dado “un gran paso hacia adelante” y quizá tengan razón. En efecto, se avanzó no tanto en lograr contener la destrucción del medio ambiente por parte de las economías industrializadas, sino en evadir las responsabilidades al dejar a la buena voluntad de los gobiernos el escuchar o no el criterio de los científicos e investigadores que desde tiempo atrás vienen advirtiendo del peligro que representa para la supervivencia del hombre el calentamiento global.

Pero no. En las economías capitalistas existe un divorcio insalvable entre el modelo económico imperante y la defensa de la naturaleza y su visión ecológica. Lo que prima en el enfoque neoliberal es propender al consumismo y a la obtención abierta de utilidades. Si para alcanzarlos, hay que destruir a la naturaleza, el espíritu depredador del capitalismo no dudará en hacerlo…

Lo cierto es que la Cumbre de Copenhague nos deja duras lecciones y devela ciertas verdades. La principal, que los países del primer mundo, a pesar de ser conscientes de la afectación del planeta, no existe la real intención de modificar sus nocivas y suicidas conductas. Entonces, corresponde a las economías emergentes y aquellas en vías en desarrollo, formar un gran bloque político que ejerza contrapeso y obligue a las naciones industrializadas a introducir cambios en su relación con la naturaleza.

Es necesario que la cordura y la racionalidad primen sobre un desbocado capitalismo salvaje que amenaza con acabar a este ritmo con la propia humanidad.

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