'VUVUZELA POLÍTICA'


Según lo define la enciclopedia Wikipedia, la ‘vuvuzela’ es una trompeta que utilizan los aficionados del fútbol sudafricano para animar a sus equipos, destacando su particular sonido “similar al barritar de un elefante o al zumbido de una abeja”.

Entonces, resulta fácil entender el por qué de las quejas de algunas selecciones y aficionados con relación al uso de la vuvuzela en los estadios ya que al parecer produce ataques de ansiedad y desconcentración en los deportistas y espectadores; pues, el ruido impresionante que amplifica esta especie de cuerno africano, es capaz de enloquecer no sólo al común de los mortales sino también a quienes ostentan una paciencia bíblica como la de Job o incluso a los que se precian de contar con nervios acerados.

Pero esta forma de polución no sólo se advierte en el continente negro. Acá, en nuestra polvorienta y maltratada Latinoamérica también se levantan vuvuzelas políticas que crean no sólo estridentes sonidos sino también caos y desesperanza en una población que vive engañada por Mesías tercermundistas que ofrecen cambios y hasta revoluciones que nunca llegan a concretarse o que terminan deformándose en su camino.

En el Ecuador, valga decir, la vuvuzela política está presente en el tratamiento de las leyes por parte de una Asamblea Nacional que no avanza a legislar ni fiscalizar. Verbigracia, reposan en el primer círculo del infierno leyes como la de Aguas y a este ritmo, muy probablemente, la de Comunicación. Adicionalmente, el publicitado juicio al Fiscal General como sabemos quedó enraizado en el limbo dantiano. A la final, mucho ruido y ningún resultado.

Asimismo, la vuvuzela ecuatoriana se deja escuchar en las posturas fundamentalistas en tanto no se logra entender que las relaciones internacionales también se explican a través de la realpolitik, es decir, cuando se asume meridianamente que no existen en la sociedad de naciones países amigos o enemigos sino intereses que definen la lucha por el acceso al poder. En ese sentido, no basta con los gritos o proclamas anti-imperialistas de revolucionarios epidérmicos, cuando no se logran advertir concomitantemente los peligros que devienen de neocolonialismos sanguinarios tanto de izquierda como de derecha.

Adicionalmente, en nuestra llacta la vuvuzela se transmite en cadenas sabatinas, en donde la intolerancia se desnuda al pintar a un Ecuador en blanco o negro, sin tener opción para echar mano de las tonalidades grises. Ciertamente, hay temor cuando se defiende proclamas como aquella que dice: “o están con nosotros o están en contra de nosotros”.

También la vuvuzela, o sea el ruido, se deja escuchar en una oposición mediocre hasta la médula que no logra cortar el cordón umbilical que la ata con los rezagos de la partidocracia o simplemente se acomoda a los vaivenes de la política nacional en donde siempre es más fácil inclinarse por la máxima liberal: dejar hacer, dejar pasar.

Es hora de luchar contra la polución y poner a la vuvuzela política en su lugar…

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