CIELOS ABIERTOS

Ya sea por uno u otro motivo la provincia de Loja, casi siempre, ha dependido de una sola empresa para atender sus necesidades de transportación aérea, actividad que ha permitido unir –no obstante y pese a los problemas que se derivan de la falta de oferta del servicio- a poblaciones de la frontera Sur con las ciudades de Quito y Guayaquil, principales polos de desarrollo del Ecuador. En esas condiciones de limitación inadmisibles, lo cual contradice el concepto de cielos abiertos que se aplica en el ámbito internacional aeronáutico, los lojanos hemos debido soportar, con la paciencia bíblica de Job, una suerte de sometimiento –en términos prácticos- a las reglas y condiciones impuestas por el único oferente del servicio. Eso derivó, como es lógico pensar, en la configuración de un escenario nada competitivo desde el punto de vista del mercado, con tarifas altas, restricciones en el número diario de puestos disponibles, penalidades de diversos colores, maltrato al pasajero (retrasos y suspensiones de vuelos, etc.), y con un servicio administrativo en tierra poco eficiente. Con ese panorama propio de una aldea, el lojano o visitante (nacional o extranjero), debía atravesar un verdadero vía crucis para obtener un boleto de avión. A la final, si se conseguía el anhelado ticket, curiosamente era motivo de especial alegría del usuario y hasta de agradecimiento dado el milagro concedido por el Santo de cabecera del ciudadano. Y todo esto a pesar de que el pasaje no es que se lo recibía gratis, sino pagando una de las tarifas nacionales más altas. Así de ilógicas se presentaban las cosas. Ventajosamente, en estos meses, Loja se ha visto beneficiada por la participación de una nueva empresa nacional, cuyo primer efecto ha sido el reajuste –hacia abajo- de tarifas. Ahora, hay como elegir el prestador del servicio. Confiamos incluso que nuevas empresas de aviación se interesen por cubrir las rutas que van desde y hasta Loja, en consideración a su situación geográfica estratégica dentro de la región Sur. Esto último, es decir, la potencial expansión turística y económica de esta zona de frontera debió servir para que nuestras autoridades, nuestros planificadores, conciban un proyecto de construcción y remodelación del nuevo aeródromo en términos más ambiciosos. Está bien que se hayan mejorado las condiciones de la pista y remodelado la infraestructura física del aeropuerto. Pero no es para nada suficiente. Lo que se advierte, es una pista de aterrizaje que no fue ampliada ni cuenta, por decir, con las ayudas e implementos para la operación nocturna. De otro lado, el área para el tránsito de personas se presenta reducida (una caja de fósforo para utilizar una expresión de un viajero), a lo mejor suficiente para el actual flujo de clientes, pero que no prevé un escenario de crecimiento sostenido en el número de pasajeros. Lamentablemente, otra vez las autoridades locales más se han interesado en nimiedades, como aquello del cambio de nombre del aeropuerto (finalmente ciudad de Catamayo), que enfocarse en las obras sustanciales de una infraestructura que debió ser concebida con una visión de futuro y no con la miopía muy característica de aquellos burócratas que sentados detrás de un escritorio en los centros de poder, toman decisiones sin siquiera profundizar en la realidad local y peor aún en sus proyecciones.

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