DESPENALIZACIÓN DE LAS DROGAS

Si bien la 43 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos no alcanzó acuerdos definitivos respecto al tratamiento de las drogas en el hemisferio, como aquello de la despenalización, no obstante destaca el consenso de los países miembros de la OEA para "profundizar en el debate de una política continental del problema de las drogas", lo cual constituye un paso fundamental, pues se reconoce abiertamente la necesidad de discutir este polémico tema y adoptar políticas conjuntas para hacer frente en los próximos años (2016-2020), a este flagelo del siglo XXI que se extiende cual metástasis contaminando el tejido social de nuestros angustiados países. Asimismo, lo que quedó en claro en este importante foro regional es que la lucha contra las drogas, lo cual valga aclarar difiere del concepto restringido del combate al narcotráfico (pues las sustancias alucinógenas no solamente incluyen a narcóticos, sino también a elementos psico-activantes), debe ser aborda de manera integral, es decir, no solamente desde el enfoque punitivo o con estrategias chatas que no pasan de lo meramente economicista y hasta intervencionistas como actúa el hegemón, sino también concebirla como un problema de salud pública, en donde destaca la educación, prevención, tratamiento y rehabilitación, al considerar como una enfermedad la adicción a las drogas. Desde luego, el tráfico de tóxicos ilegales constituye un asunto de escala planetaria por lo que urgen decisiones necesariamente de impacto global. No podemos desconocer, además, que se está desafiando a una “industria” de la muerte con un enorme poder, cuyas tenebrosas ramificaciones y tentáculos incluyen las fases de siembra, cultivo, procesamiento, transporte, distribución y venta del alcaloide. Y es que junto a la droga, por ejemplo, está el negocio de la venta de armas livianas utilizadas por las organizaciones criminales, con lo cual la violencia adquiere características dramáticas como las que se viven en Colombia y México, por citar únicamente a dos Estados latinoamericanos que sienten con rigurosidad las secuelas de esta plaga, al enfrentarse grupos mafiosos por el control de zonas y rutas de influencia. A esto se suma el sicariato, la trata de personas (human trafficking), delincuencia común, etc. De igual manera podríamos decir de la producción de los precursores químicos y de su ilegal utilización en el proceso de transformación de la droga, así como de aquellas instituciones financieras ubicadas en paraísos fiscales que permiten lavar el dinero sucio proveniente del mundo oscuro de los estupefacientes. Como se advierte, hay muchos intereses económicos entrecruzados por lo que se requiere determinación y una decisión política firme para vencer a las drogas. De hecho, el peligro de soslayar estos temas o de aplazar su tratamiento, implica asumir potenciales riesgos en los que las drogas no solamente contaminen a las economías, sino también penetren las instituciones de los regímenes democráticos, cuyo escenario hobbesiano caotizaría aún más la vida de los pueblos al dar cabida a las llamadas narco-democracias.

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