LOS DESAFIOS DE LA UNASUR


Quienes creemos en la integración latinoamericana como una opción válida y necesaria para negociar desde una mejor posición dentro de una aldea global segmentada en bloques económicos, tenemos afincadas esperanzas en que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), se convierta en una ágil y eficiente herramienta para aglutinar a la subregión bajo objetivos y propósitos comunes, encaminados a otorgarle un mayor peso político y económico.

Y es que no podemos soslayar el hecho de que en el Nuevo Orden Internacional inaugurado a partir de la implosión en 1991 de la ex Unión Soviética y la consolidación de los Estados Unidos como la hiperpotencia y árbitro del planeta, se han creado alianzas o definido estrategias encaminadas a establecer contrapesos al hegemón y, de esa manera, tratar de equilibrar y distribuir de una mejor forma el poder en el mundo.

De hecho, ahora mismo la tríada conformada por los EE.UU, la Unión Europea (UE) y el Japón, conjuga factores determinantes y decisivos en el acceso al poder como es la riqueza, la fuerza militar y la creación del conocimiento.

Así lo entendió, por ejemplo, la UE como organización supranacional que nació el 1 de noviembre de 1993 con el Tratado de Maastricht y que le apostó –más allá de que fue un proceso largo y complejo - a la integración económica, política y de cooperación mutua entre sus socios; decisión que hoy le otorga a la Unión Europea poder y la suficiente autonomía para desarrollar negociaciones con sus interlocutores en condiciones de igualdad.

Por eso mismo, la UNASUR debe transformarse en semilla fértil del ideal bolivariano, el que nos transporta hacia una acerada integración y en la que nuestros pueblos identifican a Latinoamérica con esa gran nación de naciones que soñara el Libertador.

No obstante, el éxito de la UNASUR implica asumir una enorme responsabilidad y trabajo por parte de sus miembros y, especialmente, pasar del discurso almibarado hacia la práctica integracionista, lo cual incluso obliga a superar diferencias ideológicas o desavenencias que pudieran existir entre los gobernantes de turno; pues, de no actuar así, seguiríamos incurriendo en errores del pasado donde la integración y sus instituciones fueron convertidas en espacios para la verborragia política y la creación de una burocracia privilegiada e inútil.

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