A PROPÓSITO DEL PICO Y PLACA


No se trata de inventar el agua tibia, sino tan sólo de aplicar acciones o medidas cuyos resultados positivos alcanzados en su momento las convirtieron en soluciones acertadas a problemas citadinos, como por ejemplo, la congestión vehicular, que es propia de las urbes en crecimiento y, particularmente, de las grandes metrópolis.

Así lo entendió Augusto Barrera, Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito, quien con base a la experiencia que muestran otras capitales, valga decir, Bogotá, México o Santiago, decidió hace una semana implementar el sistema del ‘pico y placa’ y con ello retirar en promedio unos 80 mil vehículos por día de las estrechas y sinuosas calles y avenidas de la capital de la República, permitiendo con ello no solamente mejorar el flujo vehicular, sino también apoyar en la tarea de proteger el medio ambiente.

Sin duda que la experiencia positiva recogida con el ‘pico y placa’ de otras ciudades del continente, ha coadyuvado a que esta propuesta tenga éxito en su fase de implantación, pero sobre todo ha existido el apoyo mayoritario de una ciudadanía que ha interiorizado la necesidad de colaborar con esta propuesta liderada por su Burgomaestre, para lo cual los quiteños tienen muy claro el principio que dice que el derecho de uno termina cuando comienza el derecho de los demás.

El propósito de señalar este hecho que ocurre ahora mismo en la ciudad de Quito, es para despertar en nuestras cachacientas autoridades, el interés por solucionar aquellos problemas del vecindario que permanecen irresueltos, verbigracia, el caótico tránsito vehicular que amenaza con colapsar el sistema nervioso de los lojanos.

En efecto, resulta penoso observar como la ciudad de Loja, día a día, viene inundándose de vehículos nuevos y viejos, agobiada por un transporte público del tercer mundo y una polución creciente que ha hecho jirones a esta ciudad ecológica, otrora reconocida por la comunidad internacional por su sello verde. Ahora, el último rincón de mundo está plagado de cláxones que han reemplazado al canto de las aves que anidan en parques y a lo largo de los márgenes de los juguetones riachuelos.

Por ello, es momento que las autoridades dejen de frotarse compulsivamente sus espesos bigotes y pasen inmediatamente a la acción. Es fundamental proponer alternativas de solución a una problemática que se agudiza cada vez más. En muchos aspectos, como se ha dicho, no hay que tratar de inventar el agua tibia, sino de buscar apoyo y asesoramiento en los ayuntamientos que tienen clara la salida a determinados temas.

Es hora de pensar que en Loja, previo a la matriculación, se implemente la revisión vehicular municipal para asegurar que los automotores que circulan en la ciudad tengan condiciones mecánicas aceptables, así como no sean fuentes de alta contaminación, como sucede con aquellas chatarras o ‘cafeteras’ ambulantes.

Asimismo, es obligatorio optimizar el sistema de utilización del espacio público, lo cual no implica su privatización. El parqueo tarifado debe ser abordado en forma técnica al igual que el mejoramiento de la semaforización y señalización del tránsito.

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