¿QUÉ SUCEDE EN LOJA?


La noticia generó enorme expectativa y alegría en los ecuatorianos, particularmente en los azuayos, al conocer que la revista estadounidense “International Living” catalogó a la ciudad de Cuenca “como el mejor destino en el mundo para el retiro de personas jubiladas” al mostrar comparativamente mejores condiciones respecto al coste de vida, valor de los bienes inmuebles, acceso a los sistemas de seguridad y salud, estímulos y tratamiento preferencial al anciano, calidad del clima, dotación de infraestructura, etc.

Como se advierte, Cuenca al obtener la más alta puntuación se ha hecho merecedora a una distinción internacional que no solamente reconoce las bondades de un vecindario que prospera con una visión moderna y de futuro, sino que abre las posibilidades de crecimiento para una de las industrias más importantes en los actuales momentos: el turismo.

Pero este triunfo ‘morlaco’ no resulta ser coincidencial o producto de la suerte. No. Detrás de él está un esforzado trabajo de toda una población que se halla comprometida con el cambio, el cual ha sido liderado por autoridades seccionales responsables y capaces de imaginar a una ciudad que armoniza lo tradicional y lo moderno, creando el mejor ambiente posible para una vida sosegada y en paz.

Bien por Cuenca. Bien por los azuayos. Pero en este punto cabe preguntarnos ¿por qué Loja también no puede aspirar a ser reconocida como el mejor destino en el mundo para el retiro de personas jubiladas?.

¿Qué mejor clima que el de Vilcabamba para los ancianos?. ¿Qué mejor aire para respirar que el ofrecido por nuestros valles?. ¿Qué mejores paisajes naturales que los del sur del país?.

En realidad, nuestra tierra ha sido bendecida con una geografía caprichosa y climas variados que la convierten en única. Pero sobre todo cuenta con gente amable, alegre, respetuosa y solidaria.

No obstante de los privilegios naturales, Loja ha debido afrontar el trabajo mediocre de ciertas autoridades que de a poco han destrozando los sueños y aspiraciones de los lojanos, al reducir a una ciudad que se abría paso hacia el progreso, a la condición de aldea donde el parroquialismo más audaz determina el accionar y pensamiento de nuestros “representantes”.

Mientras esto subsista, Loja a pesar de sus encantos seguirá siendo la última rueda del coche.

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