ECOS DEL MAYO FRANCÉS


El mensaje de la comunidad universitaria en estos últimos días ha sido bastante claro y contundente. Hay la necesidad y urgencia de romper el diálogo de sordos impuesto por el oficialismo y abrir, por el contrario, el espacio para la discusión y debate de ideas, así como de propuestas en torno al proyecto de Ley de Educación Superior elaborado por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES).

En efecto, la reciente y multitudinaria movilización de las autoridades, docentes y, sobre todo, de estudiantes universitarios en las calles de la ciudad de Quito y otras urbes del país, no sólo que dejó escuchar la voz de protesta y censura frente a la práctica autoritaria que peligrosamente corroe la estructura del estado, sino también reivindicó los principios fundamentales para el adecuado funcionamiento de la universidad ecuatoriana.

Esto último, de alguna manera nos recuerda las protestas estudiantiles del mayo francés, a las que se unió masivamente la clase obrera, y que puso en evidencia el papel determinante de la juventud dentro de los procesos revolucionarios con ‘Danny el rojo’ a la cabeza, más allá de que este movimiento haya sido efímero y, por lo mismo, insuficiente para sepultar al establecimiento.

No obstante, esa revuelta cuajada en la primavera juvenil del 68, sembró en tierra fértil sueños y proyectos de transformación de la sociedad, cuyos contenidos se explicaban ya no en el salón de clases sino en los ‘muros parlantes’ en forma de graffiti o en las convulsionadas calles y barricadas levantadas en París. Valga mencionar, por ejemplo, el Manifiesto del Mayo Francés en el que se establece con meridiana claridad que la reforma universitaria debía sustentarse en principios fundamentales, tales como: i) independencia y contestación; ii) autogestión; iii) autodefinición; y, iv) autoperpetuación.

En lo sustantivo, la universidad si quiere seguir considerándose como tal, no puede estar subyugada al control del poder político o al mandamás de turno, sino por el contrario, es vital reforzar su autonomía que asegure su plena libertad de acción y pensamiento. Adicionalmente, la universidad es sinónimo de creación de conocimiento y en cuyo lugar se construyen y debaten ideas que luego se proyectan a la sociedad de la que forma parte.

Entonces, la preocupación creada en la comunidad universitaria del Ecuador frente al proyecto de Ley de la SENPLADES, debería ser disipada por el propio gobierno mediante la convocatoria a un diálogo civilizado, donde se deje de lado las descalificaciones, las egolatrías, así como los viejos resentimientos sociales. Y en este caso, qué mejor interlocutor que la propia academia para generar consensos o acuerdos mínimos en el ámbito de la educación superior, partiendo precisamente de una de las proclamas del Mayo francés: “prohibido prohibir”.

Es claro, que si el poder y su dirigencia se muestra sorda ante la voz del pueblo, entonces como dice Adolfo Gilly, “quien no tiene cabeza para prever, debe tener espaldas para aguantar”….

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