MÁS ALLÁ DE LOS CDR...


La historia refiere que el 28 de septiembre de 1960 se fundaron en La Habana, Cuba, los llamados Comités de Defensa de la Revolución (CDR), iniciativa orientada a realizar “vigilancia colectiva” frente a potenciales factores desestabilizadores del sistema político imperante en la Isla, y que pudieran ser activados en el país ya sea por actores internos o presiones ejercidas desde el exterior en contra de la revolución.

No obstante, hay que decirlo, los CDR desde su inicio generaron gran desconfianza y recelo entre la población, debido a que esta medida, de corte paranoico que hace ver enemigos o conspiradores por todas partes, podría degenerar, por un lado, en un estado policiaco y de control de la vida pública y privada de las personas, a propósito de la obsesión de observarlo todo, de escucharlo todo; y, por otro, en el incremento de la violencia y las prácticas de intimidación sobre sectores que piensan diferente al oficialismo, cuyos dictados, valga decir, se revisten de una coraza dogmática.

Es así que casi a los 49 de años del surgimiento de los CDR en Cuba, en el Ecuador de hoy se ha levantado una enorme polémica en torno a la implantación de este singular mecanismo para la defensa de la revolución ciudadana; pues, para sus críticos se corre el albur que detrás de estos comités de defensa, o también llamados ‘amigablemente’ Comités Familiares, se esconda una política fascista que promueva el pensamiento único, actitud que es paradójicamente propia de los adalides del fundamentalismo de mercado.

A nuestro modo de ver, Alianza País equivoca su estrategia para la defensa de la revolución. Los verdes o rosas, deberían leer con más cuidado a José Martí, quien proclamó, precisamente, que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”.

De ahí que una revolución no se la defiende y sostiene con CDR. Para que el cambio y la transformación radical de las estructuras sociales, políticas y económicas de un pueblo, sean respaldadas en el tiempo, deben cumplirse –desde la visión marxista- dos condiciones básicas. La una, de carácter objetivo, la que guarda relación con la lucha de clases, pobreza e injusticia social. La otra, en cambio, identificada con las condiciones subjetivas, es decir, cuando la población es consciente del cambio y se halla profundamente identificado y comprometido con él.

En lo primero, la mayoría de ecuatorianos viven en la pobreza e indigencia, cumpliendo por lo mismo, las condiciones objetivas exigidas para el cambio revolucionario. En lo segundo, todavía existen enormes carencias en una población que requiere de educación, que le permita aceptar o rechazar al viejo o nuevo modelo, pero de forma crítica; pues, no se trata de trocar obras, asistencialismo o políticas populistas con adhesiones pegadas apenas con saliva.

Si se quiere sostener verdaderamente un proceso revolucionario, hay que entender primero que éste se hace con el concurso de hombres y mujeres y que sólo la educación sella de forma irreversible el cambio positivo.

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