HAITÍ, EL DRAMA HUMANITARIO


Las noticias e imágenes que sobre Haití y su capital, Puerto Príncipe, transmiten los medios de comunicación, luego de ocurrido el devastador terremoto que tuvo una intensidad de 7,0 grados en la escala de Richter, dan cuenta de una tragedia poco antes vista. De hecho, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha calificado a esta catástrofe “…como la peor crisis humanitaria en décadas”.

Y es que luego del movimiento telúrico y sus réplicas, cálculos iniciales estiman que alrededor de 200,000 haitianos perdieron la vida e igual número de personas –o muchas más inclusive- requieren de asistencia médica urgente como resultado de las heridas producidas. Asimismo, 1 millón de individuos, ahora mismo, no poseen un techo como resultado del desplome de buena parte de las viviendas y construcciones.

Además, y como si esto no fuera suficiente para un pueblo sufrido y extremadamente pobre como el haitiano, las necesidades crecen exponencialmente con el pasar de los días. Los sobrevivientes a este apocalipsis del siglo XXI, hoy claman por alimentos, agua, medicinas e inclusive un lugar seguro donde protegerse. Y es que dado el caos reinante en ese país, la violencia se ha convertido en otro de los graves problemas a atender, lo que ha obligado a muchos ciudadanos a huir y buscar protección en Estados receptores.

Atrás quedaron las víctimas mortales de este horror, las que ni siquiera tuvieron la oportunidad de ser enterradas de forma decente, esto como resultado de la dimensión de la ruina y el eminente peligro de propagación de enfermedades y epidemias. Hoy, fosas comunes abrazan a decenas de miles de haitianos, convertidos en mudos testigos del desastre ocurrido el 12 de enero de 2010, a eso de las 16:53:09 horas, cuando la impredecible naturaleza dejó sentir su descomunal fuerza.

En este momento, la comunidad internacional debe intensificar y, sobre todo, acelerar la ayuda para Haití a fin de paliar en algo la dura realidad que afronta esa hermana República, que registra los niveles más bajos de crecimiento y desarrollo económico de la región. En este aspecto, la respuesta entregada por los ecuatorianos, como no podía de ser de otra manera, ha sido plausible, pero reclama de más aportes.

De otro lado, es importante rescatar algunas lecciones que deja esta lamentable tragedia. Las ciudades en general deben evaluar y fortalecer sus planes de contingencia a efectos de enfrentar con éxito, de ser el caso, estos dolorosos eventos que se presentan inesperadamente. Para ello, las autoridades nacionales y locales, fuerza pública, defensa civil, bomberos, instituciones públicas, privadas y ciudadanía deben estar informados y contar con la debida capacitación a fin de minimizar potenciales riesgos.

Por último, resulta crítico para las ciudades, a través de sus municipios, diseñar ordenados y técnicos programas de crecimiento urbanístico, así como supervisar la calidad de las construcciones. Las viviendas son el lugar que ofrecen “refugio y habitación a las personas y sus enseres y propiedades” y en ningún caso pueden convertirse en las tumbas de sus dueños, como sucedió penosamente en Haití…

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