SIMPLIFICACIONES PELIGROSAS

A diferencia de lo que destacan los medios gubernamentales en cuanto a que el Ecuador fue ovacionado en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, reunido en Ginebra (Suiza), a propósito de la realización del Examen Periódico Universal (EPU), lo que debería quitar el sueño al régimen son las recomendaciones presentadas al país por parte de 17 Estados, mayoritariamente europeos, en torno a las firmes preocupaciones existentes respecto al deterioro de la libertad de expresión y pensamiento. Ahí estuvieron las voces de EE.UU, Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Suiza, Bélgica, entre otras, con sus directas observaciones ante los abusos cometidos contra la libertad de expresión y las formas de criminalización de la protesta social. Pero al parecer a los adalides de la revolución ciudadana lo único que les interesa es escuchar esa música de viento que interpreta el club de bolivarianos y alfaristas que recorren la geografía latinoamericana como vendedores de ilusiones y constructores de sociedades arropadas por corsés ideológicos que hablan más bien del imperio del pensamiento único, cuya característica –paradójicamente- ha sido muy propia de la ortodoxia neoliberal y, por lo mismo, motivo de permanente cuestionamiento desde la corriente progresista que cree a raja tabla en la democracia participativa. Es por eso que resulta desconcertante escuchar declaraciones tan simplistas como la del señor Canciller de la República, que reduce las observaciones efectuadas en el marco del EPU a lo que él considera el desconocimiento que se tendría respecto al tema de los DD.HH en esta parte del continente, tanto así que, a decir del Ministro “…quien va al Ecuador se dará cuenta de cómo se respeta y se promueve la libertad de expresión…”. En esta parte, nos preguntamos con bochorno ajeno, ¿acaso la Convención de Viena no establece en su Art. 1 como función de las misiones diplomáticas, precisamente, la de “enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante”? Como vemos, se desmorona la tesis de la aparente desinformación de los países del primer mundo con relación a estos temas de alta sensibilidad que influye directamente en la calidad de las relaciones internacionales. Y es más, ¿qué podría opinar un ciudadano común, si al visitar el país escucha absorto la sabatina presidencial y observa al Primer Mandatario romper públicamente un periódico de línea independiente y hacer un abierto llamado al boicot contra la prensa que el correísmo etiqueta ahora como corrupta?. Acaso, vale preguntarse, ¿no fueron los medios de comunicación libres e independientes los que en su momento posibilitaron a este outsider presentar ante el pueblo su propuesta de gobierno?. ¿Por qué en ese tiempo no se los degradó a la condición de ‘porquería’ o al triste papel de envoltura de aguacates? Lo hechos superan largamente al contradictorio discurso oficialista y los resultados del EPU deben promover una profunda reflexión.

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