SIRIA Y LA GUERRA CIVIL

Como respuesta a las gigantescas manifestaciones de jóvenes que recorrieron el año 2011 buena parte de Europa y el Medio Oriente, reclamando, entre otras cosas, la vigencia de un sistema político democrático y defensor de las libertades y derechos humanos, surgió la llamada primavera árabe, movilización popular orientada a terminar con los regímenes de corte autoritario, como viene sucediendo actualmente en la convulsionada Siria, donde la obstinación del Presidente Bashar al Assad, ha conducido al caos general de ese país que amenaza con desembocar en una inminente guerra civil de impredecibles consecuencias. Cabe recordar que en estos últimos 15 meses de confrontaciones entre las fuerzas leales al dictador y la oposición, las víctimas mortales superan el número de 14,000, de los cuales 9,800 serían civiles y 4,200 militares. A esto hay que agregar los 1,5 millones de sirios que requieren de ayuda humanitaria inmediata. Lamentablemente, los esfuerzos desplegados por Naciones Unidas para detener tanta barbarie han resultado insuficientes, pues, la propia misión de la ONU enviada al escenario del conflicto para verificar la aplicación de la tregua acordada en el mes de abril, es cada vez blanco de ataques que ponen en riesgo su propia seguridad, en tanto los combates, contrario a los acuerdos establecidos entre los actores involucrados, se han intensificado, particularmente en la provincia de Homs, así como en las localidades de Deraa, Lantakia, Edleb, Alepo, Hams, Idlib, Damasco, entre otras. A esto hay que agregar la posición de Rusia y China de vetar con su voto al interior del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cualquier iniciativa encaminada a aprobar la adopción de acciones militares directas en contra de Siria, como un mecanismo de presión para poner fin a la era de terror del Presidente Bashar al Assad, cuyo gobierno es una prolongación de un régimen que estuvo liderado por el sátrapa Hafez al Assad. Asimismo, la posición de no apoyar la realización de investigaciones sobre las matanzas ocurridas en esa República árabe, deja en estado de indefensión a niños, ancianos, mujeres y hombres que sufren con horror la brutalidad de la incursión de las fuerzas leales a Al Assad, así como también el accionar violento de grupos paramilitares y de la oposición. Frente a este holocausto, la comunidad internacional, pese a las acciones desplegadas por la Liga Árabe y la Unión Europea, de manera irresponsable se rehúsa –o por lo menos tarda mucho- en desactivar esta bomba de tiempo que amenaza con agitar aún más al medio oriente. Más pueden los fundamentalismos ideológicos así como los intereses geopolíticos y económicos focalizados en torno al drama sirio, que la adopción de medidas que permitan frenar tanto salvajismo, tanta irracionalidad juntas.

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