¿PARANOIA REVOLUCIONARIA?


Cuando ha transcurrido algo más de 34 meses de gestión del correísmo, algunos miembros de la revolución ciudadana comienzan, lamentablemente, a padecer de recurrentes episodios de paranoia, al observar fantasmas y conspiradores por todas partes, los cuales amenazan seriamente –por supuesto en la mente afiebrada de sus creadores- al proyecto de cambio que es impulsado, valga decir, por un selecto grupo de elegidos, dueños de un IQ privilegiado y de corazones bien ardientes.

En verdad, el oficialismo ha adoptado una postura bastante maniquea y peligrosa para la vida democrática del país; pues, o bien se está a favor del proyecto del socialismo del siglo XXI o simplemente se está en su contra. En esta lógica de la suma cero, no hay espacio para posiciones intermedias o eclécticas y menos, muchos menos, para la crítica. Los problemas y sus soluciones se presentan en color blanco o negro, pero en ningún caso bajo diferentes tonalidades grises.

Esto resulta penoso ya que se corre el albur de afianzar un modelo de gobierno autoritario, en el que se instaure la práctica de la razón única, es decir, la vigencia e imposición de un pensamiento oficial equiparado solamente con el valor y la fuerza moral que deviene de la palabra de Dios, en resumen, no sujeto a contradicciones ni reparos; pues, cualquier objeción siempre será asumida como un ataque aleve y a su promotor señalado como un enemigo directo de la revolución.

En efecto, en este ambiente enrarecido si una persona, no digamos aquellas que se encuentran ubicadas en la orilla ideológica contraria a quienes detentan temporalmente el poder, sino de la propia izquierda, comete la imprudencia, por ejemplo, de objetar algún tema o acción del oficialismo, éste con seguridad será calificado, o mejor dicho descalificado, al considerárselo como un manso y funcional instrumento del establisment.

Por lo mismo, es fundamental que nuestros líderes entiendan que la revolución no es un proceso lineal que sigue a pie juntillas determinadas directrices o políticas pre-establecidas. No. Para el cambio y la transformación real de las estructuras sociales se requiere necesariamente del debate y contrastación de ideas, del andar y desandar en conceptos y definiciones. Hay que trabajar, sin duda, en la consecución de consensos nacionales mínimos. Además, no podemos soslayar que la revolución se alimenta hasta de los propios cuestionamientos que realiza la oposición, desde luego cuando estos provienen de una corriente crítica y propositiva, en tanto permite enmendar los errores.

Y es que no hay como concebir a un proceso revolucionario exitoso, si éste se halla condicionado al pensamiento y decisiones de una sola persona o de su minúsculo círculo de colaboradores, del color que sean. Hay que dejar a un lado aquellas posturas que evidencien auto-suficiencia y menosprecio por el contrario. Debemos propender al respecto pleno de los derechos fundamentales.

Es hora de alumbrarnos en estos tiempos de oscuridad con el pensamiento de Abraham Lincoln, quien nos decía que “del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo. Esto expresa mi idea de la democracia”…

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